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A diferencia de las técnicas de estabilización, la preservación por inmersión se aplica a plantas secas. Este proceso implica sumergir la planta en una solución preservadora compuesta por glicerina, agua y colorantes alimentarios, con el fin de rehidratarla. Es necesario calentar esta solución a una temperatura mínima de 40 °C. Una vez completado el baño, las plantas se limpian y se dejan secar.
El tiempo de secado puede variar considerablemente entre diferentes especies, dependiendo de la esponjosidad y la porosidad de la planta. Aunque esta técnica es más económica y conlleva menos riesgos, su durabilidad a lo largo del tiempo es inferior.
La calidad de la conservación lograda con este método no se puede comparar con la de las técnicas de estabilización. Sin embargo, hay una excepción: el liquen. Este se sumerge en una solución salina, que no solo es no inflamable (a diferencia de la glicerina), sino que también está naturalmente tratada contra insectos. Además, el liquen se seca a un nivel de humedad del aire inferior al 40%.